Un sapo se encontraba en la orilla de una charca. Era un día de verano con mucho calor y se agradecía el frescor del agua. Durante el día descansaba en su escondite y por la noche reanudaba su actividad, pero hoy había llegado dando un paseo hasta el agua. Escuchó un croar y vio una ranita que estaba agarrada a una hierba larga y fuerte.
Don sapo preguntó con sorna: -¿No serás un principe camuflado? Siento decirte que yo no soy una linda princesa.
-No, contestó, solo soy una ranita y me está costando mucho aprender a nadar.
-¡Claro! dijo Don sapo, por eso necesitas la ayuda de esa hierba-cuerda.
-Sí, siguió diciendo la ranita, sin ella me hundo.
Don sapo se quedó pensativo y dijo: -Pues eso es un gran problema para una ranita.
Pasaron los días y el sapo regresó a la charca, tenía curiosidad por ver la evolución de la ranita. Miró hacia el lugar donde la había visto y ya no estaba, se preguntó que le habría ocurrido. Pero al mirar hacia dentro la vio nadando grácilmente y con soltura. Le dijo: -¡Ranita! me alegro de tu perfección natatoria.
-Gracias, Don sapo, todo esfuerzo tiene su recompensa.
-Cierto, respondió el sapo. Y se fue pensando que probablemente el principe hubiera sido un mal nadador, mejor ser una ranita feliz.