Que el sol te traiga nueva energía cada día.
Que la luna restaure tu ser suavemente por la noche.
Que la lluvia te limpie de preocupaciones.
Que la brisa sople nuevas fuerzas en tu ser.
Que camines tranquilo por el mundo y aprecies su belleza todos los días de tu vida.
(Bendición Apache)
Blog personal de Tania López sobre naturaleza, bosques, huerta, jardín y relatos
viernes, 29 de diciembre de 2017
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Navidad feliz
Lucía vivía feliz con sus padres. La casa familiar estaba en medio del bosque. Era una niña generosa, amante de los animales y altruista, valores innatos que no era necesario enseñarle.
Esperaba con ilusión la época navideña. Con el bosque totalmente cubierto de nieve, no hacía falta talar un abeto para colgar adornos en casa, los copos de nieve son los más bellos colgantes que un árbol pueda tener.
Estaban a punto de ser unas navidades diferentes, desde luego que sí!
Asomada a la ventana, Lucía observaba el bello paisaje, la nieve poco a poco cubría el campo. La niña fijó su atención en la salida de la espesura del bosque, un pequeño animal corría asustado hacia la casa. Lucía cogió su abrigo y bajó corriendo las escaleras, al llegar al cobertizo vio a una pequeña cría de corzo, asustado y al parecer herido. Con cuidado se acercó al animal, este se arrinconó en la pila de leña, lo empezó a acariciar al tiempo que susurraba:
-Tranquilo pequeño, te ayudaré.
Observó que tenía un corte en su pata delantera, no parecía ser grave. En ese momento su padre bajó al cobertizo a buscar leña.
-Mira papá! un corzo pequeñito, está herido y asustado, tenemos que cobijarlo.
Su padre respondió:
-Debemos dejarlo marchar, su madre lo estará buscando.
-No! tal vez esté muerta, tenemos que cuidarlo papá.
A regañadientes su padre accedió y lo metieron en el corral de las ovejas. La niña le habilitó un rincón separado de los demás animales, no sabía como reaccionarían ante un pequeño extraño. Acto seguido subió corriendo a la cocina donde su madre preparaba la cena de nochebuena, la puso al corriente de lo sucedido al tiempo que le pedía:
-¿Le damos un poco de leche, mamá?
-No creo que la leche de vaca le siente bien -respondió su madre -mejor un poco de hierba seca y pan.
La niña bajó feliz con unos trozos de pan seco. Al llegar al cobertizo el pequeño corzo se levantó en cuanto la vio llegar y acercándose olisqueó el pan sin comerlo. El papá de Lucía se había encargado de ponerle hierba fresca y también seca, pero el corcillo no parecía tener hambre. Estaba gordito, se podía ver que su mamá lo alimentaba bien.
Lucía se reunió con su padre y le preguntó:
-Papá, ¿le ponemos algo en la herida?
-Ponle este cicatrizante que utilizo en las ovejas.
La niña corrió a colocar en la pequeña herida del animal la cura, después de forcejear levemente con él, que parecía querer jugar más que curarse.
Su madre la llamó desde casa, era la hora de la cena y a Lucía se le había pasado el tiempo volando. Después de celebrar la nochebuena la niña pidió permiso para bajar a ver como estaba el pequeño corzo. Al entrar en el corral vio que hecho un ovillo parecía dormido. La hierba estaba revuelta pero no se había alimentado...
-Echas de menos a tu mamá ¿verdad? dijo al tiempo que le acariciaba la cabeza, pensando, qué habría sucedido con mamá corzo.
Esa noche Lucía apenas pudo conciliar el sueño. Se asomaba a la ventana y observaba con atención si algún movimiento en el cobertizo delataba la presencia de un animal, pero nada indicaba que la madre viniera en busca del hijo.
A la mañana siguiente el sol brillaba sobre la blancura del bosque. Lucía bajó corriendo al corral y sacó al corcillo que parecía triste, la niña se apenó y reflexiono en voz alta:
-¿Qué vamos a hacer contigo pequeño? sin tu madre estás solo y desamparado.
Siguió acariciando su cabecita y mirándolo con lástima.
La niña subió a casa para ayudar a su madre con las tareas, era el día de Navidad y llegaban familiares para la celebración. Ya en su habitación, terminó de arreglar el cuarto y se asomo a la ventana, tenía una vista privilegiada de su querido bosque. El corazón se quedó parado de la emoción!
Frente a la valla del cobertizo mamá corzo olisqueaba el hocico de su pequeño.
Lucía bajó las escaleras de dos en dos. Emocionada se acercó al corral al tiempo que el animal adulto se asustaba y escapaba hacia el bosque.
-¡Espera, espera, ahora le abro la puerta!
Veloz, liberó al pequeño, este corrió hacia su madre que lo esperaba en el inicio del bosque. Ya juntos, volvieron su mirada hacia la niña, y al tiempo se perdieron en la espesura.
Lucía dejó escapar unas lagrimas, eran de emoción. No podía haber tenido un día de Navidad más feliz.
Esperaba con ilusión la época navideña. Con el bosque totalmente cubierto de nieve, no hacía falta talar un abeto para colgar adornos en casa, los copos de nieve son los más bellos colgantes que un árbol pueda tener.
Estaban a punto de ser unas navidades diferentes, desde luego que sí!
Asomada a la ventana, Lucía observaba el bello paisaje, la nieve poco a poco cubría el campo. La niña fijó su atención en la salida de la espesura del bosque, un pequeño animal corría asustado hacia la casa. Lucía cogió su abrigo y bajó corriendo las escaleras, al llegar al cobertizo vio a una pequeña cría de corzo, asustado y al parecer herido. Con cuidado se acercó al animal, este se arrinconó en la pila de leña, lo empezó a acariciar al tiempo que susurraba:
-Tranquilo pequeño, te ayudaré.
Observó que tenía un corte en su pata delantera, no parecía ser grave. En ese momento su padre bajó al cobertizo a buscar leña.
-Mira papá! un corzo pequeñito, está herido y asustado, tenemos que cobijarlo.
Su padre respondió:
-Debemos dejarlo marchar, su madre lo estará buscando.
-No! tal vez esté muerta, tenemos que cuidarlo papá.
A regañadientes su padre accedió y lo metieron en el corral de las ovejas. La niña le habilitó un rincón separado de los demás animales, no sabía como reaccionarían ante un pequeño extraño. Acto seguido subió corriendo a la cocina donde su madre preparaba la cena de nochebuena, la puso al corriente de lo sucedido al tiempo que le pedía:
-¿Le damos un poco de leche, mamá?
-No creo que la leche de vaca le siente bien -respondió su madre -mejor un poco de hierba seca y pan.
La niña bajó feliz con unos trozos de pan seco. Al llegar al cobertizo el pequeño corzo se levantó en cuanto la vio llegar y acercándose olisqueó el pan sin comerlo. El papá de Lucía se había encargado de ponerle hierba fresca y también seca, pero el corcillo no parecía tener hambre. Estaba gordito, se podía ver que su mamá lo alimentaba bien.
Lucía se reunió con su padre y le preguntó:
-Papá, ¿le ponemos algo en la herida?
-Ponle este cicatrizante que utilizo en las ovejas.
La niña corrió a colocar en la pequeña herida del animal la cura, después de forcejear levemente con él, que parecía querer jugar más que curarse.
Su madre la llamó desde casa, era la hora de la cena y a Lucía se le había pasado el tiempo volando. Después de celebrar la nochebuena la niña pidió permiso para bajar a ver como estaba el pequeño corzo. Al entrar en el corral vio que hecho un ovillo parecía dormido. La hierba estaba revuelta pero no se había alimentado...
-Echas de menos a tu mamá ¿verdad? dijo al tiempo que le acariciaba la cabeza, pensando, qué habría sucedido con mamá corzo.
Esa noche Lucía apenas pudo conciliar el sueño. Se asomaba a la ventana y observaba con atención si algún movimiento en el cobertizo delataba la presencia de un animal, pero nada indicaba que la madre viniera en busca del hijo.
A la mañana siguiente el sol brillaba sobre la blancura del bosque. Lucía bajó corriendo al corral y sacó al corcillo que parecía triste, la niña se apenó y reflexiono en voz alta:
-¿Qué vamos a hacer contigo pequeño? sin tu madre estás solo y desamparado.
Siguió acariciando su cabecita y mirándolo con lástima.
La niña subió a casa para ayudar a su madre con las tareas, era el día de Navidad y llegaban familiares para la celebración. Ya en su habitación, terminó de arreglar el cuarto y se asomo a la ventana, tenía una vista privilegiada de su querido bosque. El corazón se quedó parado de la emoción!
Frente a la valla del cobertizo mamá corzo olisqueaba el hocico de su pequeño.
Lucía bajó las escaleras de dos en dos. Emocionada se acercó al corral al tiempo que el animal adulto se asustaba y escapaba hacia el bosque.
-¡Espera, espera, ahora le abro la puerta!
Veloz, liberó al pequeño, este corrió hacia su madre que lo esperaba en el inicio del bosque. Ya juntos, volvieron su mirada hacia la niña, y al tiempo se perdieron en la espesura.
Lucía dejó escapar unas lagrimas, eran de emoción. No podía haber tenido un día de Navidad más feliz.
jueves, 14 de diciembre de 2017
Baby animals
No hay nada más tierno que un animal en su etapa de cachorro.
Los humanos (al menos la mayoría de los humanos) tenemos el impulso de cuidar a estas pequeñas criaturas juguetonas y frágiles.
Lo cierto es que los recién nacidos necesitan protección, y la ternura que inspiran se convierte en un mecanismo de supervivencia. Este instinto de protegerlos y cuidarlos que nos inunda es una emoción que dejamos de sentir cuando algunas especies llegan a su edad adulta. A todos nos encantan los cachorros de león o tigre, pero cuando crecen es mejor mantenerse alejados lo más posible. Esto también ocurre a menudo con los humanos. En algunas ocasiones el tierno y vulnerable bebé se convierte en un adulto del que conviene mantenerse alejado. A diferencia del gran felino que se limita a rugir en su territorio, el humano al crecer intenta imponer sus criterios al resto de la humanidad, a menudo desde un despacho, muy alejados del tierno bebé de mamífero que un día fueron.
Volvamos al tema de inicio, en casa hemos pasado varias veces por la experiencia de tener cachorros de perros y gatos. Es una vivencia maravillosa contemplar la ternura de los bebés de animales.
Draco en su etapa de cachorro. La flor no terminó bien...
Forest parece inocente, pero tengo que decirlo, el jardín deja de serlo para convertirse en un campo de batalla...
Kira después de cometer una trastada ¿Quién puede resistirse a perdonarla?
En cualquier especie, los bebés son preciosos.
Los pequeños conejitos me encantan.
Necesitan especialmente la protección de sus madres.
Los humanos (al menos la mayoría de los humanos) tenemos el impulso de cuidar a estas pequeñas criaturas juguetonas y frágiles.
Lo cierto es que los recién nacidos necesitan protección, y la ternura que inspiran se convierte en un mecanismo de supervivencia. Este instinto de protegerlos y cuidarlos que nos inunda es una emoción que dejamos de sentir cuando algunas especies llegan a su edad adulta. A todos nos encantan los cachorros de león o tigre, pero cuando crecen es mejor mantenerse alejados lo más posible. Esto también ocurre a menudo con los humanos. En algunas ocasiones el tierno y vulnerable bebé se convierte en un adulto del que conviene mantenerse alejado. A diferencia del gran felino que se limita a rugir en su territorio, el humano al crecer intenta imponer sus criterios al resto de la humanidad, a menudo desde un despacho, muy alejados del tierno bebé de mamífero que un día fueron.
Volvamos al tema de inicio, en casa hemos pasado varias veces por la experiencia de tener cachorros de perros y gatos. Es una vivencia maravillosa contemplar la ternura de los bebés de animales.
Draco en su etapa de cachorro. La flor no terminó bien...
Forest parece inocente, pero tengo que decirlo, el jardín deja de serlo para convertirse en un campo de batalla...
Kira después de cometer una trastada ¿Quién puede resistirse a perdonarla?
En cualquier especie, los bebés son preciosos.
Los pequeños conejitos me encantan.
Necesitan especialmente la protección de sus madres.
viernes, 8 de diciembre de 2017
Aquellas nevadas...
Me asomo a la ventana y observo como cae la nieve con intensidad. Recuerdo otras nevadas, otros años...
Hace tiempo que dejé la aldea de mi niñez. Me gusta recordarla cubierta de nieve, los niños vivíamos felices jugando en el manto blanco. Unos tablones de madera hacían las veces de snowboard cuando aun no existía ese deporte. Buscábamos las alturas para deslizarnos felices ladera abajo. La felicidad y la inocencia de la niñez contrastaba con la preocupación de los adultos, que sabían que de seguir nevando con intensidad la aldea se quedaría aislada varios días, impidiendo la llegada de alimentos y posibles ayudas para emergencias médicas. Los helicópteros en la actualidad solventan estas situaciones de urgencias sanitarias.
Los niños estaban para disfrutar, las preocupaciones ya llegarían con la edad adulta. Seguíamos jugando, el frío no era problema, no lo sentíamos! Las batallas de bolas de nieve eran habituales y divertidas, ay de aquel que no tuviera agilidad para evitar el impacto, dolía!
Continuo recordando... ya cobijada bajo el calor de las mantas, cerraba los ojos y pensaba en los numerosos animales que en los montes sufrían la intemperie, vacas, caballos, corzos, lobos, zorros... a los conejos los imaginaba a buen recaudo y calentitos en sus madrigueras, por lo tanto no estaban entre mis desvelos.
Mi abuela me relataba las condiciones duras de inviernos anteriores. Ella decía que aquellas sí que eran nevadas... cuando el pueblo se quedaba aislado durante semanas. Los habitantes se preparaban haciendo acopio de leña suficiente, carne en salazón y embutidos en abundancia, supervivencia en condiciones extremas. Ahora, con la perspectiva de los años, inmersa en mis recuerdos, al igual que mi abuela pienso, que aquellas sí que eran nevadas...
Hace tiempo que dejé la aldea de mi niñez. Me gusta recordarla cubierta de nieve, los niños vivíamos felices jugando en el manto blanco. Unos tablones de madera hacían las veces de snowboard cuando aun no existía ese deporte. Buscábamos las alturas para deslizarnos felices ladera abajo. La felicidad y la inocencia de la niñez contrastaba con la preocupación de los adultos, que sabían que de seguir nevando con intensidad la aldea se quedaría aislada varios días, impidiendo la llegada de alimentos y posibles ayudas para emergencias médicas. Los helicópteros en la actualidad solventan estas situaciones de urgencias sanitarias.
Los niños estaban para disfrutar, las preocupaciones ya llegarían con la edad adulta. Seguíamos jugando, el frío no era problema, no lo sentíamos! Las batallas de bolas de nieve eran habituales y divertidas, ay de aquel que no tuviera agilidad para evitar el impacto, dolía!
Continuo recordando... ya cobijada bajo el calor de las mantas, cerraba los ojos y pensaba en los numerosos animales que en los montes sufrían la intemperie, vacas, caballos, corzos, lobos, zorros... a los conejos los imaginaba a buen recaudo y calentitos en sus madrigueras, por lo tanto no estaban entre mis desvelos.
Mi abuela me relataba las condiciones duras de inviernos anteriores. Ella decía que aquellas sí que eran nevadas... cuando el pueblo se quedaba aislado durante semanas. Los habitantes se preparaban haciendo acopio de leña suficiente, carne en salazón y embutidos en abundancia, supervivencia en condiciones extremas. Ahora, con la perspectiva de los años, inmersa en mis recuerdos, al igual que mi abuela pienso, que aquellas sí que eran nevadas...
martes, 5 de diciembre de 2017
Hechizo de luna
La luna ejerce sobre nosotros una fascinación que nos atrapa. Tiene un halo de misterio que queremos reflejar en las fotografías.
Estos días hemos podido observar la llamada "superluna" en la madrugada del domingo al lunes se veía más grande y brillante de lo habitual, además coincidía con el periodo de luna llena.
Se denomina superluna a la coincidencia de la luna llena o luna nueva con el máximo acercamiento a la tierra (el perigeo) en estos casos se puede apreciar más grande de lo normal.
La luna siempre ha estado rodeada de misterio y leyendas. En la Edad Media aseguraban que en la fase de luna llena mucha gente enloquecía, en la actualidad se sigue utilizando la palabra "lunático" como sinónimo de loco.
Lo cierto es que la luna siempre resulta fascinante y misteriosa.
La luna en el amanecer del lunes.
En el perfil del bosque resulta más mágica.
Blue Moon.
En la foto inferior estaba en fase creciente.
Parece querer esconderse.
Estos días hemos podido observar la llamada "superluna" en la madrugada del domingo al lunes se veía más grande y brillante de lo habitual, además coincidía con el periodo de luna llena.
Se denomina superluna a la coincidencia de la luna llena o luna nueva con el máximo acercamiento a la tierra (el perigeo) en estos casos se puede apreciar más grande de lo normal.
La luna siempre ha estado rodeada de misterio y leyendas. En la Edad Media aseguraban que en la fase de luna llena mucha gente enloquecía, en la actualidad se sigue utilizando la palabra "lunático" como sinónimo de loco.
Lo cierto es que la luna siempre resulta fascinante y misteriosa.
En el perfil del bosque resulta más mágica.
Blue Moon.
En la foto inferior estaba en fase creciente.
Parece querer esconderse.